Cambiar la narrativa de la vejez (2/3)
En el artículo anterior comenzamos a hablar del origen de la narrativa de la vejez abordándolo desde el plano de la salud. Hay un segundo plano, que es la productividad (lo dejaré para el próximo artículo.)
Vimos que la vejez se asociaba directamente a la falta de vitalidad ya que se consideraba que esta era una dosis única que recibíamos en el momento del nacimiento y que se iba perdiendo irremediablemente a lo largo de los años.
Siguiendo con las teorías relacionadas con la vitalidad, surge lo que en su momento se llamó “enfermedad del climaterio”.
Este período abarcaba en las mujeres entre los 45 y los 55 años y en los hombres entre los 50 y los 75 años. Es decir, las mujeres perdían vitalidad a partir del momento que dejaban de ser fértiles ya que este período se relaciona directamente con la menopausia, en cambio, en los hombres, se lo relaciona con la aparición de arrugas, pelo gris y debilidad corporal.
Si habéis seguido mis artículos hasta el momento, ya sabréis que las mujeres viven bastante más que los hombres y que estos tienen, además, mayor morbilidad que las mujeres.
Entonces, esto implicaba que las mujeres se consideraban “viejas” mucho antes que los hombres y, por lo tanto, eran viejas durante mucho más tiempo que los hombres por pura estadística de esperanza de vida. Tremendo.
Cuando hablamos de feminización de la vejez, encontramos aquí otra diferencia significativa a la hora de catalogar hombres y mujeres como viejos.
A partir de ese período climatérico, se esperaba que las personas bajaran considerablemente su nivel de actividad para conservar la poca energía que supuestamente les quedaba.
Y ya para rematar, el signo más preocupante que se relacionaba con la enfermedad del climaterio era un incremento en la tendencia de enfermedades mentales, o demencia. Estamos hablando del siglo XIX. Parece increíble, realmente.
Los médicos llegaban a advertir que, aunque una persona pudiera parecer físicamente saludable o activa, podía ser que su cerebro estuviera ya en proceso de decadencia.
Es aquí cuando se rompe la visión antigua de que la gente mayor era fuente de sabiduría y consejo. Ahora, simplemente, pasan a ser personas con poca flexibilidad mental, o, directamente, “locos”.
El propio Freud dijo en 1904 que la gente mayor ya no era educable. Hablamos de mayores de 50 años y él tenía 48 años cuando dijo esto. (Si recordáis un artículo que publiqué hace tiempo, el Banco de España emitió un reporte donde sostenía algo muy similar a esto y fue en el año 2019, os lo dejo en fuentes) (1)
Para poder diagnosticar enfermedades mentales entre los mayores, los médicos se basaban fundamentalmente en cambios de actitud o conducta. Esto se relaciona con la afirmación anterior: Si a partir de los 50 años el cerebro se vuelve más inflexible, ergo, si hay algún cambio, es porque esa persona no está en sus sanos cabales. ¿Por qué? Porque ya no se espera ningún cambio, ninguna evolución, ningún avance…
En síntesis: A partir de los 50 años, hombres y mujeres ya no pueden cambiar y solo pueden dedicarse a mantener la escasa cuota de vitalidad que les queda para retrasar la muerte en la medida de lo posible.
Vemos como se tejen los argumentos que relacionan la vejez con enfermedad física y mental y que, además, la blinda de cualquier escapatoria.
Aquí se acaba también con toda posibilidad de poder disfrutar de una vejez saludable, física o mentalmente hablando.
A estas alturas, no sé si reír o llorar… ¡yo tengo 46 años y me siento con más energía que nunca! Lo hubiera pasado muy mal en esa época no tan lejana.
Fuentes:
1. ENVEJECIMIENTO, PRODUCTIVIDAD Y SITUACIÓN LABORAL –
Brindusa Anghel y Aitor Lacuesta – Banco de España 2019
Artículo basado en la lectura de:
“The longevity economy” – Joseph F.Coughlin – Public Affairs